Esta pregunta está dentro de las más importantes que los creyentes pueden hacerse en cualquier momento de la historia. Pero se vuelve especialmente importante en un tiempo como el nuestro, en el que se vive lo que algunos han considerado una crisis en la adoración evangélica. El gran escritor A.W. Tozer escribió las siguientes palabras para dar razón al hecho de que estamos en una crisis de adoración: “Hay muchas ideas extrañas acerca de Dios en nuestro tiempo, y por ello hay todo tipo de sustitutivos de la verdadera adoración.”[1] Según Tozer, el problema principal de que haya tantas ideas erróneas sobre la verdadera adoración es que las personas tienen ideas diversas y extrañas acerca de Dios.
El Dr. Gerald Nyenhuis sugiere lo siguiente sobre la importancia de conocer a Dios: “Cuando se pierde el concepto bíblico de Dios, se pierde el impulso a la adoración. El conocer a Dios de manera correcta tendrá efectos positivos en nuestra adoración así como en la celebración de nuestros cultos, a la vez que desarrollará nuestra filosofía cristiana de la vida.”[2] Esto nos lleva a pensar que no podemos adorar a Dios correctamente si no le conocemos; y no podemos conocer a Dios si no es a través de la Biblia. Por tanto, la única adoración que Dios acepta es la adoración bíblica.
Para abordar nuestro tema, haremos una diferencia entre el concepto general y el concepto específico de adoración bíblica. Esta clasificación es necesaria porque la Biblia nos presenta ambos conceptos en distintos versículos. Por un lado, veremos que nos manda hacer todas las cosas para glorificar a Dios, y por otro lado, veremos que también nos llama a la actividad de adorar a Dios en el contexto del culto público.
1. Concepto general de la adoración bíblica
En palabras muy sencillas, podemos entender la adoración como vivir para glorificar a Dios. Las Escrituras llaman al creyente a enfocar toda actividad en un solo objetivo: Traer gloria al Señor en todas las cosas. Por ejemplo, el apóstol Pablo, luego de explicar a detalle la obra salvadora de Dios en los primeros once capítulos de su carta a los romanos, exalta la profundidad de la mente divina al idear un plan de redención tan perfecto:
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.[3]
El Señor merece toda la gloria para siempre, dice el apóstol, porque todas las cosas provienen de él, existen por él, y fueron creadas para él. Esto demuestra el carácter teocéntrico del evangelio, ya que este no tiene como objetivo simplemente la salvación de los hombres del castigo venidero, sino la exaltación de la sabiduría y soberanía de Dios al crear y obrar todas las cosas para sí mismo. Por tanto, el apóstol llamará inmediatamente un versículo adelante a que los creyentes entreguen un culto, es decir, una adoración genuina a Dios con todo lo que son:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.[4]
Juan Crisóstomo es citado en el Comentario Bíblico Beacon explicando cómo es que el cuerpo de los creyentes es ofrecido al Señor como un sacrificio que le agrada:
“¿Cómo puede el cuerpo volverse un sacrificio? Que el ojo no vea nada malo, y se ha vuelto un sacrificio; que la lengua no diga nada vergonzoso, y se ha vuelto una ofrenda; que la mano no haga nada ilícito, y se ha vuelto una ofrenda quemada. No, pero aun esto no es suficiente, pues necesitamos la práctica activa del bien—la mano debe hacer caridades, la boca debe bendecir a los que maldicen, el oído debe dar atención sin cesar a las lecciones divinas. Pues un sacrificio no tiene nada impuro, un sacrificio es la primicia de otras cosas. Y por lo tanto, con nuestras manos, y nuestra boca, y todos nuestros demás miembros, traigamos primicias a Dios.”[5]
Si bien aquí no vemos a los cristianos en un acto de adoración pública como lo es el culto cristiano, sí vemos a los cristianos siendo llamados por el apóstol Pablo a vivir cada área de sus vidas como un acto de adoración al Señor. Tanto lo que ven, lo que hablan, lo que piensan, lo que hacen, absolutamente todo debe apuntar a la glorificación de Dios sobre todas las cosas. Esa es la manera adecuada en la que los creyentes pueden y deben responder a las misericordias de Dios derramadas en el evangelio. Y esas misericordias de Dios no pueden ser separadas de las riquezas de la sabiduría del Señor reveladas en los últimos versículos del capítulo once de Romanos.
Otros dos lugares en los que se presenta de manera práctica el culto o adoración que los creyentes deben a Dios en el todo de la vida son la primera carta de Pablo a los corintios y la carta a los colosenses. Primero, Pablo llama a los creyentes en la ciudad de Corinto a hacer cada cosa para la gloria de Dios, incluso las cosas tan cotidianas como comer y beber: Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.[6] Segundo, el apóstol llama a los creyentes en la ciudad de Colosas a hacer todas las cosas en el nombre del Señor Jesús y con agradecimiento al Padre: Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.[7] Aunque debemos ser justos al reconocer que el contexto inmediato de este versículo favorecería su estrecha relación con los lineamientos que Pablo da para el culto público en el versículo anterior, también debemos tener en cuenta que el apóstol está tratando con el actuar cristiano en el todo de la vida en los capítulos tres y cuatro de Colosenses. Por tanto, el llamado tanto aquí como en 1 Corintios es a vivir para la gloria de Dios en todas las áreas de la vida. Este es el concepto amplio de la adoración bíblica: vivir para la gloria de Dios.
2. Concepto específico de la adoración bíblica
Mientras que en términos generales la Biblia nos llama a vivir nuestras vidas para glorificar a Dios con todos nuestros actos, también hay pasajes que nos llaman específicamente a un tipo de adoración que podemos entender como “la actividad de glorificar a Dios con nuestras voces y corazones en su presencia.”[8] Este tipo de adoración tiene lugar más comúnmente en el culto público, aunque también tiene lugar en el culto familiar y los tiempos devocionales individuales de los creyentes.
Sobre la adoración como una actividad de la iglesia, el Dr. John MacArthur escribe lo siguiente: “La adoración consiste en atribuirle a Dios la honra que se le debe, declarar su gloria en palabras de alabanza”[9]. Por supuesto, el culto público de adoración al Señor incluye otros momentos como la predicación de las Escrituras, la oración y la celebración de las ordenanzas. Sin embargo, para los propósitos de nuestro tema, centraremos nuestra atención en el acto de cantar alabanzas a Dios que glorifiquen su nombre.
El libro de los Salmos termina con un llamado a que todas las cosas que tienen vida glorifiquen al Señor. Lo interesante es la medida con la cual debemos evaluar la adoración que ofrecemos al Señor; no se nos da el derecho de decidir la calidad de adoración que el Señor debe recibir. Se nos dice claramente que la adoración al Señor debe ser “conforme a la muchedumbre de su grandeza”.[10] Esto significa que al cantar al Señor en adoración, debemos cuidar que nuestras palabras estén de acuerdo a la grandeza de aquel que estamos cantando; y aunque debemos reconocer nuestra limitación humana y la imposibilidad de comprender y expresar la grandeza de Dios en su totalidad con nuestras palabras, también debemos comprender que el Señor se nos ha revelado en la Biblia de manera que nosotros tengamos el conocimiento suficiente para darle a una adoración que le agrada.
Uno de los pasajes principales a los que debemos acudir al momento de intentar comprender qué es la adoración bíblica es el capítulo 4 del Evangelio de Juan. En él nos encontramos a Jesús discutiendo con una mujer de Samaria. Esta mujer nos hizo un favor grande al preguntarle a Jesús sobre la adoración porque esto nos legó el que quizá sea el pasaje más importante sobre la verdadera adoración pública. Ante la pregunta sobre el lugar físico en el cual se debía adorar a Dios, el Señor respondió lo siguiente:
Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.[11]
Jesús anuncia un tiempo en el que la adoración podría llevarse a cabo en cualquier lugar, ya que la presencia de Dios entre su pueblo no estaría limitada a un espacio geográfico. Además, el Señor refuta el concepto de adoración que tenían los judíos y los samaritanos, quienes “se preocupaban por las formas externas de la adoración”.[12] Y en esto no estaban mal, ya que el Antiguo Testamento reveló formas específicas en las que la adoración debía llevarse a cabo. Sin embargo, con la venida de Jesús y la subsecuente venida del Espíritu Santo a todos los creyentes en Hechos 2, el lugar de adoración no era lo más importante, sino la esencia de la misma en el interior del creyente. Por eso escribe Scott Aniol que la adoración verdadera sucede “cuando el creyente comprende la verdad acerca de Dios y responde debidamente en su espíritu.”[13]
Para ser verdaderos adoradores, Jesús dice que debemos ofrecer una adoración en espíritu y verdad, dos características inseparables al momento de adorar.
a) Adoración en espíritu
Adorar al Señor en espíritu es hacerlo con sinceridad, guiados por afectos espirituales hacia aquel que nos creó y nos salvó. Al decir esto a la mujer, Jesús estaba enseñándole que de nada servía a los samaritanos y los judíos tener una preocupación desmedida por la forma externa de adorar, si no estaban en realidad adorando al Señor con devoción verdadera. Aunque había elementos físicos en la forma de adoración que el Señor demandó del pueblo de Israel en el Antiguo Pacto, no debe olvidarse que estas cosas eran sombras de las realidades espirituales que pronto serían manifestadas en Cristo.[14] Por tanto, la preocupación principal no debiera ser la forma externa de adoración, sino el tener un espíritu contrito y humillado que reconoce la profundidad del pecado humano y la grandeza de la gracia de Dios en Cristo, y responde con el debido afecto sincero.
b) Adoración en verdad
Por muy sincera que deba ser la adoración, debe ser regulada por las Escrituras. A esto se le ha llamado comúnmente el principio regulador del culto; es decir que para que nuestro culto al Señor sea agradable, debe ser conforme a lo que él ha revelado en su Palabra. De otra manera, estaremos adorando cualquier cosa, menos al Dios de la Biblia.
Son muy importantes las palabras de Scott Aniol cuando escribe lo siguiente:
No podemos adorar de cualquier manera que se nos ocurra, debemos adorar como le agrada a Dios. Notemos lo que Cristo dice en el versículo 22: “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos”. En otras palabras, en aquel tiempo los judíos estaban adorando correctamente porque estaban siguiendo las instrucciones sobre la adoración que les habían sido dadas en la Palabra de Dios. Los samaritanos habían inventado sus propias maneras de adorar a Dios.[15]
No podemos, por tanto, imaginar formas de adoración creyendo que le serán agradables a Dios. No sea que nos pase lo que a Nadab y Abiú en Levítico 10. Ofrecer adoración abominable al Señor ofende su nombre, y no hay cosa que el Señor cuide más que su propio nombre. Nuestra adoración debe ser conforme a las Escrituras porque solo esa es la adoración que glorifica al Señor verdaderamente.
3. Un llamado a volver a la adoración bíblica
En los últimos años hemos visto el surgimiento de nuevos elementos en la adoración. Vemos despliegues de luces, humo, y una serie de elementos que no son intrínsecamente malos, pero a veces nos distraen un poco de la verdadera adoración. Tales elementos alimentan nuestras emociones, pero poco sucede luego de cantar con tanta emoción. Por tanto, me permito hacer un llamado amoroso a volver a la adoración bíblica; esa adoración que tiene a Dios como centro y que busca su gloria sobre todas las cosas; esa adoración que es guiada por las Escrituras y es una solemne y sincera respuesta a las misericordias de Dios desplegadas en Cristo para nosotros.
Escuchemos el amoroso llamado del Señor en su Palabra: “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma.”[16] No seamos como los necios que no quisieron obedecer a su voz amorosa que prometía descanso para nuestras almas. Refinemos cada día nuestro concepto de Dios, y veremos inevitablemente refinado nuestro concepto y nuestra práctica de la adoración. No hay manera de conocer verdaderamente a Dios y no adorarle con un culto que le agrade.
[1] Tozer, A.W. (1990). ¿Qué le ha Sucedido a la Adoración? (p. 8). CLIE
[2] Nyenhuis, G. (1999) El Dios que Adoramos. (p. 9). Logoi
[3] Romanos 11:33-36. Reina Valera Revisada 1960.
[4] Romanos 12:1. Reina Valera Revisada 1960.
[5] Greathouse, W. M. (2010). Comentario Bíblico Beacon (Tomo 8) (p. 254). Casa Nazarena de Publicaciones.
[6] 1 Corintios 10:31. Reina Valera Revisada 1960.
[7] Colosenses 3:17. Reina Valera Revisada 1960.
[8] Grudem, W. (2007). Teología Sistemática. (p. 1971). Versión Kindle. Editorial Vida.
[9] MacArthur, J. & Mayhue R. (2018). Teología Sistemática. (p. 904). Versión Kindle. Editorial Portavoz
[10] Salmo 150:2. Reina Valera Revisada 1960.
[11] Juan 4:21-24. Reina Valera Revisada 1960.
[12] Aniol, S. (2017). Sonidos de Adoración. (p. 19). Chapel Library
[13] Aniol, S. (2017). Sonidos de Adoración. (p. 19). Chapel Library
[14] Ver Hebreos 9:1-14 y Colosenses 2:16-17
[15] Aniol, S. (2017). Sonidos de Adoración. (p. 19). Chapel Library
[16] Jeremías 6:16. Reina Valera Revisada 1960.