Administrando la Multiforme Gracia de Dios

Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. (1 Pedro 4:10 RVA-2015)

Este versículo se encuentra en una sección en la que el apóstol Pedro enseña a sus lectores a vivir según la voluntad de Dios.

Primero, llama a todos los creyentes a apartarse de la compañía y práctica de los pecadores. Los llama a testificar de la gracia de Dios por medio de este acto de separación del mundo y el pecado (4:1-6). Segundo, los llama a llenar sus vidas con virtudes santas, es decir, virtudes propias de aquellos que han sido salvados por la gracia de Dios (4:7-11). Tercero, llama a los creyentes a tener una nueva perspectiva del sufrimiento, una donde ellos descubren que pueden glorificar a Dios por medio de sus padecimientos en este mundo (4:12-19).

Es aquí donde encontramos las palabras hermosas que nos llaman a vivir como «administradores de la multiforme gracia de Dios».

La multiforme gracia de Dios

Todos los creyentes, independientemente de nuestra preparación teológica o de la excelencia de nuestras palabras, hemos recibido dones o habilidades que el Señor nos ha dado para servir al Cuerpo de Cristo. El Señor ha decidido desplegar su gracia a los creyentes por medio de las distintas habilidades con que ha dotado a todos los cristianos. Por eso, cada vez que alguien nos sirve de alguna manera, estamos frente a la multiforme gracia de Dios.

En algunos casos, la gracia de Dios toma formas que pudieran ser no tan notorias o visibles como la oración (v. 7), el amor fraternal y la capacidad de perdonar las faltas (v. 8), la hospitalidad (v. 9). En otros casos, la gracia toma formas más notorias como la habilidad de enseñar y predicar (v. 11a), y la capacidad de servir a la congregación (v. 11b), y así sucesivamente hasta alcanzar muchas expresiones de amor y servicio en el contexto de la comunidad cristiana. Cada creyente testifica que Dios ha provisto una multitud de maneras en que nos podemos servir unos a otros.

Administrando la gracia de Dios

De la misma manera que recibimos servicio, enseñanza, oración, y consejo de otros creyentes, también nosotros mismos hemos recibido del Señor maneras en las que podemos servir a otros. En el pueblo de Dios, ninguno se ha quedado con las manos vacías. Todos hemos recibido algo que podemos dar, y no son precisamente recursos económicos. Hemos recibido manifestaciones prácticas de la gracia de Dios, manifestaciones diversas conforme a nuestras capacidades y personalidad, para que sirvamos a otros. Y es aquí cuando se impone sobre nosotros una responsabilidad: debemos administrar nuestros dones correctamente para beneficio del Cuerpo de Cristo.

En otras palabras, no estamos llamados a enterrar nuestras habilidades o a usarlas para fines egoístas como si fueran nuestras. Somos llamados a usarlas con una consciencia de que las hemos recibido precisamente para beneficio de otros. No son nuestras; no las producimos nosotros. Por eso somos llamados a tener una actitud de administradores más que de dueños. Cuando el Señor de la Iglesia regrese, daremos cuenta de la manera en que administramos lo que recibimos para servir a otros.

Para la gloria de Dios

El fin de toda esta dinámica de servicio multiforme, por el cual la gracia de Dios se deja ver, es que el nombre del Señor sea glorificado. El versículo 11 dice: «para que en todas las cosas Dios sea glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.»

Somos llamados a administrar la gracia de Dios para el bien de otros y para la gloria de nuestro gran Creador y Salvador. Vivamos en consecuencia con ese llamado.

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