La planificación estratégica es una excelente herramienta para las empresas. Les permite establecer dónde están, dónde quieren estar, y cómo llegar allí. Esto también es aplicable a la vida en general. Necesitamos planificar cuidadosamente nuestro futuro porque, si no sabemos dónde queremos llegar, nunca caminaremos en esa dirección. Planificar las cosas puede ayudarte en la vida y en los proyectos empresariales que emprendas, y estoy seguro de que Dios ama este tipo de planificación. Sin embargo, hay un tipo de planificación estratégica que Dios odia: los planes perversos.
La primera frase de Proverbios 6:18 dice que Dios odia «un corazón que maquina planes perversos». La pregunta que persiste es: ¿Puede un Dios de amor odiar algo o a alguien? Y la respuesta firme es que un Dios de amor por las cosas santas necesita odiar las cosas malas. Ya he indicado en otras entradas de la serie que, en realidad, no es que Dios odie las manos, los labios, o el corazón, sino el acto que estas cosas envuelven. He ido incluso más adelante afirmando que Dios odia a las personas que cometen estos actos.
El Señor detesta la planificación cuidadosa de las cosas que le ofenden. El simple acto de planificar el pecado es horrendo a los ojos de Dios. Implica un entendimiento de que lo que vamos a hacer es malo ante los ojos del Señor, y un acto de rebeldía al hacer a un lado su carácter pecaminoso y poner nuestra mente y recursos para llevar a cabo tal acto pecaminoso.
La palabra «maquina» que se usa en la frase «maquina planes perversos» viene de la palabra hebrea חרשׁ, que significa algunas veces «arar» o «preparar el terreno».[1] Es aquí donde entendemos que el proceso de planificación cuidadosa está implícito en este versículo. Maquinar planes perversos es preparar el terreno para que cosas perversas sucedan.
Piensa, por ejemplo, en los novios que planifican cuidadosamente su escapada a un lugar solo para tener relaciones sexuales ilícitas. Piensa en la pareja que planifica con mucho tacto la manera más discreta de cometer adulterio. Piensa también en las personas que planifican cuidadosamente un negocio fraudulento en el que venderán un producto malo al precio de un producto bueno. Piensa en un asesinato cuidadosamente planificado para evadir a la justicia. Piensa por último en aquella cosa mala que hiciste, sabiendo que era mala, y por la cual invertiste tiempo, mente, y hasta otro tipo de recursos. Seguro que todos tenemos unas cuantas en las que pensar.
Dios odia el pecado, y la agravante de planificarlo cuidadosamente no puede pasarse por alto en la Biblia. En el Segundo Libro de Samuel encontramos una épica historia donde el rey David (¡sí, el hombre conforme al corazón de Dios!) planificó un adulterio y para cubrirlo planificó cuidadosamente el asesinato de Urías, marido de Betsabé (2 Samuel 11). Si puedes leerla, te la recomiendo. Es increíble cómo la planeación estratégica de cosas malas lleva a los seres humanos a hacer cosas horribles.
Lo maravilloso de todo esto es que la gracia de Dios también puede liberarnos de una mente depravada que solo planifica cosas malas. Eso sucedió con el rey David cuando fue confrontado por el profeta Natán en el Salmo 51. Allí encontramos a un rey David totalmente arrepentido, consciente de su pecado y de la depravación de su corazón. El Salmo 51 es la muestra perfecta de que, aunque el hombre planifique cuidadosamente el mal y logre ocultarlo temporalmente, la luz del Señor siempre ilumina el pecado y lo pone al descubierto para nuestra vergüenza.
Dios odia los planes perversos, pero qué alegría que ese mismo Dios que odia los planes perversos también puede liberarnos del poder de este pecado. Solo debemos correr a su gracia y orar como David: Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí. (Sal. 51:10)
Notas
[1] Chávez, M. (1992). Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed.). El Paso, Tx: Editorial Mundo Hispano.