Levítico parece un muro de hierro para cualquier lector de la Biblia. La historia se repite miles o millones de veces cada año. Iniciamos un plan de lectura bíblica muy contentos. Disfrutamos las historias de Noé, Abraham, y José. Nos fascinamos con la apertura del mar, el maná, y todo el viaje de los israelitas por el desierto hacia la tierra prometida. Sin embargo, de repente nos encontramos frente a un muro que pareciera ser de hierro: Levítico. En nuestra lectura y en nuestra mente, Levítico parece más aterrador que estar frente al mar rojo, sin posibilidades de cruzarlo.
Espero no me crucifiquen por esa pequeña broma. 😉
En gran parte, lo que nos hace sentirnos aburridos ante el libro de Levítico son los detalles tan precisos y repetitivos. También puede influir el hecho de que la religión, tal como la conocemos ahora, parece tan diferente, tan poco «ritualista». Y claro, eso hace que nuestro interés no sea el mejor al momento de abordar Levítico. Otra cosa que influye en la manera en que leemos Levítico es que se nos ha enseñado que este es un libro de ley y no de gracia, un libro de condena y no de salvación. Pero hace unos meses leí Levítico en una sentada, y descubrí algo que cambió totalmente la manera en que veo este precioso libro sagrado.
Allí estaba, sentado, creyendo que estaba haciendo una gran hazaña al leer Levítico de principio a fin sin pausa. Hasta que mi propia vergüenza me atacó. Resulta que una de las frases más repetidas en el libro es: «y será perdonado» (Lv. 4:20; 4:26; 4:31; 4:35; 5:10; 5:13; 5:16; 5:18; 6:7; 19:22). Descubrí que Levítico no es para nada aburrido y además es un libro lleno de buenas noticias, lleno de evangelio, lleno de perdón.
Levítico es, en gran parte, la iniciativa de un Dios tres veces santo para perdonar a pecadores que de maneras tan diversas y tan constantemente le ofenden. La multitud de ofrendas que los Israelitas deben ofrecer por sus pecados no son para nada un símbolo de condena; son la acción perdonadora de un Dios que no abandona a los pecadores a su suerte. Más allá de que, en efecto, Levítico sea solo la sombra de lo que habría de venir (Col. 2:17), deberíamos aprender a disfrutar el libro por lo que es: un libro de esperanza para los pecadores.