«Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia» (Romanos 5:3)
Muchos cristianos promueven la idea de que las tribulaciones no son propias de la vida cristiana. Sin embargo, mientras estemos en el mundo, siempre habrá momentos de dolor y angustia. Lo bíblicamente correcto no es la ausencia de la adversidad, sino nuestro entendimiento y actitud ante ella.
Jesucristo no presentó la dificultad en la vida como una mera probabilidad, sino como una seguridad. Prometió que tendríamos aflicciones (Juan 16:33). No dijo: «Es posible que en algún momento lleguen a experimentar las dificultades de la vida, pero tranquilos, yo haré todo para que no sea así». Al contrario, el Señor dio certeza de la dificultad, pero también dio certeza de paz en medio de ellas. Prometió que esas aflicciones han sido conquistadas por él para que nuestro descanso no se base en la ausencia de las dificultades, sino en Aquel que es más grande que ellas.
El apóstol Pablo, por su parte, enseña que, contrario a todo pronóstico, los que han sido justificados por la fe pueden gloriarse en medio de las tribulaciones. De eso se trata la paz que sobrepasa todo entendimiento, de tener paz cuando todo se está cayendo a nuestro alrededor (Fil. 4:7). Nos gloriamos precisamente porque confiamos en aquel que no tiene una vista muy corta, sino que ve todas las cosas según su propósito y plan eterno: reunir todas las cosas bajo los pies de Cristo para su gloria (Efesios 1:10).
Somos invitados a gloriarnos en las tribulaciones, porque el Señor ha prometido que todas las cosas ayudan para bien en aquellos que han sido llamados conforme a su propósito, y que como resultado de su llamado, le aman. Ahora vivimos en el amor de Cristo y no hay nada que pueda separarnos de su amor (Romanos 8). Nuestra eternidad está asegurada y contamos con el eterno favor de nuestro Padre en Cristo. Podemos gloriarnos de que este dolor, angustia, o tristeza son solo temporales.
Por tanto, en medio del dolor momentáneo, la gloria eterna del Hijo de Dios debe brillar en nuestros corazones. Cuando nos enfrentamos a situaciones que nos sobrepasan, debemos entender que estas son oportunidades maravillosas de parecernos más a Cristo. Por eso el apóstol enseña que las tribulaciones producen «paciencia» en nosotros, y la paciencia es parte del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). Así que seguramente es la dificultad el instrumento que Dios usa para producir tal fruto en nosotros.
Gloriémonos en la tribulación, descansemos en Cristo nuestro refugio, y aprendamos siempre de cada dificultad a ser más como Cristo.
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