El gozo en la vida del creyente no es una opción. Es un mandato. El apóstol Pablo escribió a los Filipenses ordenándoles que se regocijaran en el Señor en todo momento, y esto seguramente ya lo había compartido con ellos en alguna ocasión, porque él dice que no le causa ninguna molestia insistir en las mismas cosas una y otra vez (Fil. 3:1); más adelante en la misma carta, los llama a regocijarse, y lo dice dos veces para recalcar lo importante que es para el cristiano tener gozo (Fil. 4:4). Santiago también llamó a los creyentes a considerar como motivo de sumo gozo el que se encontraran en diversas pruebas o dificultades, ya que estas producirían un carácter más parecido a Cristo en ellos (Stg. 1:2).
Todo esto parece estar claro. Lo que nunca había notado es que el gozo se aprende. El gozo no necesariamente es una cualidad que se desarrolla de manera automática en los creyentes; no te despiertas un día siendo una persona gozosa, sino que aprendes a ser una persona gozosa. Esta verdad la aprendí hoy en el sermón de nuestro pastor en Iglesia Bíblica de la Gracia. El pasaje expuesto fue Filipenses 4:10-13:
En gran manera me regocijé en el Señor porque al fin se ha renovado la preocupación de ustedes para conmigo. Siempre pensaban en mí, pero les faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé vivir en la pobreza, y sé vivir en la abundancia. En todo lugar y en todas las circunstancias he aprendido el secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la abundancia como a la necesidad. ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!
Este pasaje constituye una de las enseñanzas más importantes que los creyentes podemos entender, especialmente en momentos que son difíciles económicamente para muchos: Debemos aprender a contentarnos cualquiera que sea nuestra situación. Debemos aprender a ver con sabiduría y gozo tanto el momento de la abundancia como el momento de la escasez. Esto supone una cuestión importante respecto a cuál es la fuente de nuestro contentamiento. Si la fuente de nuestra alegría es aquello que poseemos, entonces esta alegría se desvanecerá fácilmente cuando no tengamos aquello que anhelamos. No podremos regocijarnos tanto en la abundancia como en la necesidad.
Pero Pablo cambia nuestro paradigma completamente y nos dice que su fortaleza no está en la inteligencia emocional elevada que él pudiera tener para hacer frente a cualquier situación. En realidad, la fuente del gozo y fortaleza de Pablo es Cristo mismo. La idea iría más o menos así: Cuando lo tengo todo, Cristo es más valioso que lo que tengo. Cuando no tengo nada, Cristo es lo que realmente vale para mí. Entonces, tanto en la abundancia como en la necesidad, tengo a Cristo y estoy contento.
Creo que el puritano John Flavel lo expresa muchísimo mejor:
Así como todos los ríos se reúnen en el océano, el cual constituye la congregación o lugar de encuentro de todas las aguas del mundo, del mismo modo Cristo es el océano en quien confluyen todos los verdaderos deleites y placeres.
Mi petición al Señor es que podamos hacerle frente a cualquier situación con alegría, sabiendo que Cristo mismo es la fuente de “todos los verdaderos deleites y placeres”.
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