«El refrán popular dice que para mantener buenas amistades no hay que hablar de sexo, ni de religión, ni de política… [pero] vamos a hacer lo imperdonable —¡vamos a mezclar los dos temas y hablar de un enfoque religioso de la política!»
Estas palabras se leen al inicio del capítulo cinco del libro Integridad Intelectual del Dr. Richard B. Ramsay, y retratan perfectamente lo que lastimosamente se ha entendido como una verdad generalmente aceptada respecto al tema de la política. Si quieres leer un buen capítulo sobre un enfoque cristiano de la política, definitivamente te recomiendo el libro de Ramsay. Quizá notarás que varias de mis ideas para este pequeño ensayo provienen de él.
Mi propósito al escribir este ensayo es que refinemos nuestro entendimiento de un tema tan importante como el Estado y la política, y que lo hagamos conforme a la Biblia. Para lograr este cometido, abordaremos 1) el origen del Estado, 2) su tarea y sus límites, y 3) la actitud que los cristianos deberíamos tener frente al Estado. Haremos esto examinando Romanos 13:1-7, aunque también citaré otros pasajes cuando sea necesario para aclarar y reforzar algún punto.
El origen del Estado
Respecto al origen del Estado, solo tenemos dos opciones: es una idea del hombre o es una idea de Dios. Algunos dicen que no debería haber gobiernos ni fronteras, y así todos viviríamos felices porque el Estado es una idea humana para oprimir a los que menos tienen. Sin embargo, estos versículos de Romanos 13 demuestran que el gobierno civil no es un mero acuerdo humano, sino que proviene de Dios:
Sométase toda persona a las autoridades superiores porque no hay autoridad que no provenga de Dios; y las que hay, por Dios han sido constituidas. Así que, el que se opone a la autoridad se opone a lo constituido por Dios; y los que se oponen recibirán condenación para sí mismos. (Romanos 13:1-2)
El versículo 1 dice que «no hay autoridad que no provenga de Dios». Esto demuestra que, sobre toda la creación, sobre todo el orden de cosas creadas, hay una autoridad suprema y absoluta que es Dios mismo. La Biblia contiene abundantes referencias al dominio y gobierno universal de Dios:
Salmo 103:19 – El SEÑOR estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todo.
Isaías 37:16 – [Ezequías oró diciendo:] Oh SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu trono entre los querubines: Solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra; tú has hecho los cielos y la tierra.
1 Crónicas 29:10-12 – David bendijo al SEÑOR a la vista de toda la congregación. Y dijo David: “¡Bendito seas tú, oh SEÑOR Dios de Israel, nuestro Padre desde la eternidad y hasta la eternidad! Tuyos son, oh SEÑOR, la grandeza, el poder, la gloria, el esplendor y la majestad; porque tuyas son todas las cosas que están en los cielos y en la tierra. Tuyo es el reino, oh SEÑOR, y tú te enalteces como cabeza sobre todo. Las riquezas y la honra provienen de ti. Tú lo gobiernas todo; en tu mano están la fuerza y el poder, y en tu mano está la facultad de engrandecer y de fortalecer a todos.
Estos versículos son un testimonio vibrante de que el Señor es la autoridad universal suprema. La frase «no hay autoridad que no provenga de Dios» también implica que solo el Señor tiene el derecho y potestad de designar esa autoridad sobre los seres humanos. El resto del versículo complementa esta verdad afirmando que las autoridades existen solo porque Dios las ha constituido, es decir, solo él puede asignarles autoridad para gobernar. Sobre esto también hay otras afirmaciones contundentes en la Biblia:
Daniel 2:21 – Él cambia los tiempos y las ocasiones; quita reyes y pone reyes. Da sabiduría a los sabios y conocimiento a los entendidos.
Daniel 4:32 – [A Nabucodonosor se le dijo que sería castigado] hasta que reconozcas que el Altísimo es Señor del reino de los hombres y que lo da a quien quiere.
Juan 19:11 – Respondió Jesús [a Pilato]: —No tendrías ninguna autoridad contra mí si no te fuera dada de arriba.
Entendiendo que toda autoridad que ostentan los hombres proviene de Dios, el llamado bíblico en el versículo 1 es a someternos a la autoridad y en el versículo 2 es a no resistir a la autoridad civil porque esto es, en última instancia, un desafío a la autoridad máxima que ha constituido a las autoridades civiles, es decir, un desafío a Dios mismo y a su orden en la sociedad. El Estado o Gobierno Civil es una idea de Dios.
¿Significa esto que debemos someternos a las autoridades de manera absoluta e ilimitada? No. En la fe cristiana y en la Biblia hay espacio para la desobediencia civil cuando los gobernantes sobrepasan los límites de las tareas que el Señor les ha asignado. Por eso es muy importante que entendamos bíblicamente la tarea y los límites del Estado, para que sepamos hasta dónde llega nuestra sumisión por causa del Señor.
La tarea y los límites del Estado
En Latinoamérica, históricamente se ha entendido al Estado como un Gran Benefactor. Por eso, los proyectos políticos que prometen regalar alimentos, dinero o subsidios no reembolsables, y cualquier otra prestación material obtienen el mayor apoyo de los votantes. Sin embargo, debemos decir firmemente, con mucho respeto y basados en la Biblia, que estas cosas no son parte de la tarea que bíblicamente Dios le ha conferido al Estado. La tarea del Estado está delimitada por tres grandes actividades según Romanos 13:3-7:
Porque los gobernantes no están para infundir el terror al que hace lo bueno sino al que hace lo malo. ¿Quieres no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás su alabanza porque es un servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no lleva en vano la espada pues es un servidor de Dios, un vengador para castigo del que hace lo malo. Por lo cual, es necesario que estén sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por motivos de conciencia. Porque por esto pagan también los impuestos, pues los gobernantes son ministros de Dios que atienden a esto mismo. Paguen a todos lo que deben: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. (Romanos 13:3-7)
Primero, el Estado debe reprimir al malo. El versículo 3 dice que los gobernantes son motivo de temor para el que hace el mal. El versículo 4 dice que el Estado tiene «la espada», es decir, la autoridad de reprimir y castigar a los que hacen lo malo. En este sentido, el Estado sirve a Dios al frenar el avance del pecado. Ni siquiera podemos imaginar el caos que se desataría si Dios no usara al Estado para frenar el desenfreno de los seres humanos. Por tanto, es correcto concluir que, en parte, nuestras sociedades son violentas porque el Estado históricamente se ha enfocado en cosas que bíblicamente no le corresponden, y ha dejado de reprimir al malvado, dando espacio para que la violencia crezca sin medida. Opino que la violencia civil es responsabilidad del Estado «en parte» porque los padres de familia son quienes deberían formar a los hijos desde pequeños, y ellos llevan la responsabilidad primordial en este asunto.
Segundo, el Estado debe promover la libertad de los buenos ciudadanos. El versículo 3 dice que los ciudadanos de buena conducta no deben temer a la autoridad, y que la clave para no temer la autoridad es precisamente hacer lo bueno en la sociedad. En un país donde el Estado cumple correctamente la función de castigar al malo, el buen ciudadano puede caminar libremente y sin temor. No hay extorsiones a los gobiernos, los secuestros y asesinatos disminuyen en gran medida, y los países prosperan en términos generales.
Sin embargo, el problema de algunos países es que la autoridad reprime sin límites tanto al bueno como al malo, o no reprime al malo y por tanto el buen ciudadano no puede moverse en total libertad. Esto evidencia lo que históricamente ha ocurrido en Latinoamérica, donde los proyectos políticos son proyectos empresariales, y el servicio público no se ve como una oportunidad para servir a Dios gobernando justamente, sino como una oportunidad para crecer económicamente. Hemos desplazado a Dios de la conversación pública, y eso ha traído grandes consecuencias.
Tercero, el Estado debe recolectar y administrar los impuestos correctamente. El versículo 6 dice que los creyentes en Roma pagaban impuestos, y el versículo 7 exhorta a los que deben impuestos a que los paguen para que no deban a nadie nada. La recaudación de impuestos para la promoción del bienestar público es la tercera y última tarea del Estado que estos versículos nos enseñan.
El Estado debe administrar los impuestos de los ciudadanos de manera transparente y correcta. Esto significa que los ciudadanos deberían estar al tanto de lo que se hace con los impuestos. A menos que sean asuntos de estricta seguridad nacional, la administración del dinero público nunca debería ser de carácter reservado, por ejemplo. Lastimosamente, esta es una práctica muy común en nuestro país.
Administrar los impuestos de manera correcta significa usarlos para los fines adecuados que promuevan el bienestar público. Seguridad, calles ordenadas, ciudades limpias, mitigación de riesgos ante desastres naturales, optimización de gestiones y trámites que faciliten el crecimiento del comercio, etc., son algunas de las cosas que el Estado debería llevar a cabo con los impuestos. Gran contraste entre la Biblia y la realidad de nuestros países.
Estas tres tareas nos ayudan a establecer los límites del Estado, y quiero delinear esto en al menos cuatro ideas.
1- No es función del Estado mantener a los que no estudian ni trabajan. Al contrario, el Estado debe promover el trabajo diligente y honrado en toda la sociedad para la generación de riqueza de un país.
2- No es función del Estado expropiar la propiedad privada ni quebrar empresas. Cada vez que una empresa quiebra, cierra, o se va del país, el desempleo y la pobreza crecen. Por eso los ciudadanos no deberían apoyar peleas entre el Estado y las empresas privadas. No es para nada inteligente ni sabio hacer esto de parte del ciudadano.
3- No es función del Estado educar a los hijos, menos en materias de sexualidad y religión. Los padres tienen una autoridad superior a la del Estado en la esfera de la familia y deben autorizar qué aprenden los hijos en materias como estas. Por ejemplo, recuerdo que en las primeras semanas del 2021, mientras todos estaban empecinados en la campaña electoral en El Salvador, una propuesta de ley que establecía que los Padres deben autorizar si los hijos reciben educación sexual en las escuelas pasó totalmente desapercibida. Claramente, los políticos y los votantes no están persiguiendo los fines correctos cuando esto sucede.
4- No es función del Estado decir cuándo, cómo, dónde, ni a quién adorar. La libertad religiosa es un derecho inalienable de todo ser humano. Y aunque a veces el ser humano use esta libertad inalienable para la idolatría, los cristianos debemos defenderla porque esto propicia el avance del evangelio de manera más fluida de lo que ocurriría si viviéramos en un lugar sin estas libertades.
Nuestra actitud frente al Estado
El propósito de los versículos en estudio es exponer la realidad del gobierno civil para que los creyentes romanos respondan adecuadamente ante el Estado.
Mientras que, por un lado, los ciudadanos romanos desafiaban a César cuando proclamaban que Jesús es el Señor y vivían bajo su reinado (Ro. 10:9), Romanos 13:1 manda a los creyentes a someterse a las autoridades que gobiernan. El creyente debe tener en cuenta que la autoridad proviene de Dios y que es su deber ciudadano y espiritual someterse a las disposiciones del gobierno.
Romanos 13:2 dice que no debemos resistir a la autoridad. Entendemos que Dios, quien es la autoridad suprema, ha designado autoridad sobre seres humanos, y por eso debemos obedecer las disposiciones de ellos.
Romanos 13:5 dice que nos es necesario someternos por dos razones. Primero, debemos someternos para evitar el castigo que las autoridades justamente pueden imponernos. Segundo, debemos someternos porque nuestra conciencia estará libre al haber obedecido al Estado como una muestra de obediencia al Señor.
Romanos 13:7 nos llama a pagar los impuestos, entendiendo que las autoridades son las encargadas de recolectarlos y usarlos transparente y correctamente.
Además de estos versículos, la Biblia nos manda a orar por las autoridades civiles: Exhorto, pues, ante todo que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad. (1 Timoteo 2:1-2).
Las autoridades civiles tienen una responsabilidad en la que necesitan muchísima sabiduría. Deben reprimir al malo y deben alabar al bueno, y eso ya es un reto para todo ser humano. Además, si los gobiernos trabajan con sabiduría en sus asuntos y no sobrepasan los límites establecidos por la Biblia, nosotros podremos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad. Esta es una gran razón para orar cada día por nuestras autoridades.
La idolatría al Estado
Lastimosamente, en Latinoamérica y en nuestro país, la actitud de las personas y de muchos creyentes ante el Estado es una actitud de culto a la personalidad. Estamos idolatrando a los gobernantes. Y eso es un pecado terrible ante el Señor.
En cada época de elecciones decimos: “Ahora sí habrá paz, seguridad, prosperidad, provisión, realización, plenitud.” Ponemos nuestras esperanzas en el político de turno, y no tardamos mucho en darnos cuenta de que todo es una mentira. En parte la culpa es nuestra porque hemos quitado la mirada de Aquel que en realidad puede darnos paz, seguridad, prosperidad, provisión, realización y plenitud. Y la hemos puesto en un simple ser humano.
Podríamos pensar que la idolatría solo es posible en un salón lleno de imágenes talladas. Sin embargo, muchos creyentes están uniéndose a la tendencia de idolatrar a los políticos. Confían ciegamente en ellos, están más pendientes de sus tuits que de las Escrituras, y eso es una afrenta al Señor.
Necesitamos arrepentirnos de nuestra idolatría al Estado y volver al Señorío de Cristo, quien es el verdadero Gobernador del universo.