Dios quiere hacerte FELIZ

He leído muchas veces en redes sociales que «Dios no quiere tu felicidad, sino tu santidad». Generalmente, esta afirmación viene de hermanos que defienden el evangelio bíblico frente al falso evangelio de la prosperidad. Muchos de estos hermanos se exponen a enseñanza fiel a la Biblia, estudian en seminarios, y desempeñan alguna clase de ministerio docente en sus iglesias. Lastimosamente, considero que caemos en un tremendo error al apostar por el extremo opuesto y afirmar que Dios en realidad no quiere hacernos felices.

Yo mismo caí en el pasado en eso que ahora con toda certeza considero un error. La cuestión no radica en si Dios quiere o no hacernos felices. Creo más bien que es un error conceptual, en el que tanto los defensores del evangelio de la prosperidad como los defensores del evangelio bíblico han caído. Dicho error radica en contrastar la felicidad con la santidad.

Consiste en entender la felicidad como una condición de vida en la que todo sucede según nuestra voluntad. Si este es el concepto, claro que los proponentes del evangelio de la prosperidad afirmarán que Dios sí quiere hacernos felices. Por su parte, los proponentes del evangelio bíblico negarán que Dios quiera darnos felicidad en estos términos. En ambos casos, el error conceptual permanece y la enseñanza bíblica es violentada.

El Catecismo Menor de Westminster enseña en su primera pregunta que el hombre existe principalmente para «glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre». Aquí claramente puede verse que tanto la santidad (glorificar a Dios en el todo de la vida) como la felicidad (disfrutar de Dios como el bien supremo) son dos componentes inseparables del propósito para el cual Dios nos creó y nos ha salvado.

Cuando entendemos esto, podemos, por un lado, hacer todas las cosas para la gloria de Dios, es decir, vivir en santidad (1 Cor. 10:31); y también podemos disfrutar de Dios para siempre, es decir, ser eternamente felices (Sal. 73:25). Podemos afirmar que sí, Dios quiere hacernos felices, y podemos afirmar que sí, Dios quiere hacernos santos.

Cuando no experimentamos felicidad verdadera en la vida, no es porque Dios no quiera hacernos felices. No es cuando vivimos en santidad que carecemos de felicidad. Más bien, cuando carecemos de santidad práctica, nuestra vida se llena de amargura, nuestras relaciones interpersonales se ven afectadas, nuestro servicio a Dios y al prójimo disminuye, y nos entristecemos ante las circunstancias que nos parecen adversas. Para los creyentes, mayor santidad siempre traerá mayor felicidad. Y claro, menor santidad siempre traerá menor felicidad. Por experiencia propia puedo afirmar que los periodos de mi vida en que he sido más triste son aquellos en que he carecido de santidad práctica; y los momentos de mi vida en que he experimentado mayor felicidad han sido aquellos en los que me he sentido cerca del Señor.

Como enseña el hermano Marvin Argumedo, mi profesor del seminario, existimos para glorificar a Dios y, en hacerlo, disfrutar de él para siempre. Quiera el Señor concedernos orar como el salmista: «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado…» (Sal. 40:8). Allí se encuentra nuestra verdadera santidad y nuestra verdadera felicidad. Dios quiere hacerte feliz. Es su propósito principal porque su propósito principal es glorificar su Nombre, y tu felicidad está solo en glorificar su Nombre. Por eso te llama a vivir para él y hacer su voluntad. Solo allí encontrarás felicidad, no tristeza. Encontrarás gozo verdadero en medio de las situaciones difíciles.

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