Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10)
El ser humano siempre ha tenido problemas para comprender que la salvación es una obra llevada a cabo enteramente por Dios. Por un lado, tenemos problemas en aceptar que todo lo hemos recibido por gracia. Estamos tan acostumbrados a sentir que podemos hacer algo para obtener lo que necesitamos, que cuando se nos dice que somos totalmente incapaces de proveer para nosotros mismos la salvación que necesitamos, nos sentimos ofendidos muchas veces en lugar de agradecidos.
Otra confusión que surge al considerar el evangelio de salvación por gracia solamente es que tendemos a pensar que, al no costarnos nada la salvación, podemos vivir vidas licenciosas, es decir, vidas marcadas por el pecado. Ya el apóstol Pablo enfrentó esto en Romanos 6:1-2 cuando afirma: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Según estas afirmaciones, recibir vida espiritual y continuar viviendo en nuestras malas obras es una contradicción total. El evangelio nos transforma y nos habilita para dejar el pecado y aprender a hacer el bien.
Al considerar la estructura básica de Efesios 2:1-10, veremos que Pablo aborda la transformación que el Señor opera en nosotros por su gracia solamente. Comienza por nuestra ruina, y termina en nuestra gloria. En los primeros tres versículos, encontramos al ser humano esclavizado por tres fuerzas que no le permiten vivir en libertad. El mundo, Satanás, y la naturaleza pecaminosa ejercen control sobre el hombre que está muerto en sus delitos y pecados.
Ante esta realidad ineludible, encontramos en los versículos 4 al 9 que el Señor (por su gran amor, misericordia y gracia) nos ha dado vida juntamente con Cristo. Esta transformación no se debe a nuestra fuerza de voluntad, a nuestro deseo de cambiar, ni a nuestro deseo de agradar a Dios. Un muerto no tiene voluntad ni deseos de hacer nada. Es el Señor quien ha operado el nuevo nacimiento en nosotros en virtud de la obra redentora de Cristo a nuestro favor y por el poder del Espíritu y la Palabra.
Nuestro versículo en consideración pone delante de nosotros la nueva realidad espiritual que experimentamos aquí y ahora y nos informa sobre el papel bíblico de las buenas obras en la salvación. Si bien es cierto la salvación no es por obras, las buenas obras son un resultado necesario de la salvación. Muertos en nuestros delitos y pecados solo podemos operar pecado. Pero vivos para Dios, ahora podemos, necesitamos, y debemos operar aquellas cosas que son agradables al Señor.
Somos hechura suya en Cristo Jesús
La primera parte del versículo 10 dice que «somos hechura suya, creados en Cristo Jesús». Esta primera frase del versículo enseña que el hecho de que seamos creyentes, que tengamos salvación, es una obra de Dios solamente. No tenemos absolutamente ningún mérito para obtener la salvación que Dios nos ha otorgado por su sola gracia. Por eso el comentarista Clinton E. Arnold escribe lo siguiente: “Así como la creación del cielo y la tierra fue llevada a cabo por Dios sin intervención humana alguna, Pablo afirma que todos los que están en Cristo son creación de Dios [llevada a cabo sin intervención humana].”
La palabra hechura tiene un significado general referente al acto creador de Dios mediante el cual él trae a la existencia las cosas. Así lo usa Pablo en Romanos 1:20 cuando habla de que las cosas invisibles de Dios, su eterno poder y deidad, se hacen visibles por medio de las cosas creadas. Además, esta palabra también tiene un énfasis específico que denota una obra cuidadosamente preparada. Por ejemplo, nuestra palabra poema viene de la palabra griega poiema que es traducida en este versículo como hechura.
Por una parte, aprendemos que nuestra vida espiritual y nuestra salvación no pueden ser atribuidas a nadie más que al Dios que las ha llevado a cabo por su sola iniciativa de gracia. Por otra parte, aprendemos que nuestra salvación y nuestra vida espiritual son parte de una obra cuidadosamente planificada y llevada a cabo por nuestro gran Dios, quien se ha empeñado en ella como lo hace un poeta al poner cada palabra en su lugar y componer una hermosa poesía.
Esta creación cuidadosa y hermosa solo puede ser llevada a cabo en Cristo. No hay otro medio por el cual el Señor pueda traer a los que están muertos espiritualmente a la vida, sino por la obra redentora de Cristo. Es en su muerte física que nosotros encontramos vida espiritual. Es en la destrucción de su cuerpo que nuestro ser completo encuentra dicha y salvación. Es en su quebrantamiento que nosotros encontramos descanso. Es solo en Cristo que la nueva creación puede ser una realidad, y nosotros somos las primicias de esa creación.
Creados para buenas obras
La segunda parte de nuestro versículo dice que fuimos «creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas». Esta frase pone delante de nosotros el propósito para el cual fuimos salvados. El Señor quiso salvarnos, traernos de la muerte espiritual a la vida en Cristo, para que le glorifiquemos caminando en las obras que le agradan.
Los versículos 8 y 9 dan testimonio de que, para obtener salvación, nuestras obras no son necesarias. No podríamos obtener nada delante de Dios porque estamos muertos en nuestros delitos y pecados. La salvación es y debe ser una obra de gracia; no hay otra manera en que podamos volver a la comunión con el Señor. Pablo repudia las obras humanas porque estas nos ponen en un nivel de competencia y nos hacen creer que somos capaces de ganar el favor de Dios. Sin embargo, aquí resalta el papel correcto de las obras en la salvación: no son un requisito necesario, pero sí son un resultado necesario.
Es necesario notar que las buenas obras de las que Pablo habla aquí no son cosas que a nuestros ojos parecen buenas. No estamos llamados a cumplir un récord de cosas para identificarnos como cristianos. Tampoco estamos llamados a definir por nosotros mismos lo que es bueno, sino a someter nuestro juicio al del Dios que nos ha salvado. Estas buenas obras que deben caracterizar nuestra vida fueron preparadas desde la eternidad pasada por Dios, y nos han sido dadas en la Biblia.
El apóstol Pedro escribió en su primera carta que todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por el Señor (1 Pe. 1:3-4). Por tanto, basados en el hecho de que todo lo que necesitamos para vivir honrando al Señor lo hemos recibido, Pedro nos llama a la diligencia en la vida cristiana para añadir estas virtudes a nuestra vida (1 Pe. 1:5-7). Fuimos creados en Cristo para hacer buenas obras que glorifican al Padre (Mt. 5:16).
La manera en que Clinton E. Arnold resume la enseñanza de Efesios 2:1-10 es excelente:
Mientras que antes de tener una relación con Cristo los creyentes estaban controlados por fuerzas demoníacas poderosas, ahora han sido liberados y capacitados para vivir de la manera que Dios ha diseñado para ellos. No solo existe la esperanza de romper con los patrones de comportamiento pecaminoso (tales como ira, inmoralidad sexual, avaricia; también existe la expectativa de que lo haremos porque este es el propósito para el que Dios nos ha creado para gloria suya.
Notas:
Arnold, C. E., & Haley, J. (Eds.). (2016). Efesios. (B. F. Fernández, Trad.) (1a edición). Barcelona, España: Andamio.