Dios no te pide que inventes la rueda. La vida cristiana no es algo que cada quien debe imaginar y luego llevar a cabo. Por la gracia de Dios, las cosas que son buenas y que él espera que nosotros hagamos, han sido claramente reveladas en la Biblia. Qué bueno es el Señor al no dejarnos en la ignorancia, sino haberse revelado a nosotros por su sola gracia.
Aquí hay una serie de preguntas que todos seguramente nos hemos hecho:
¿Con qué me presentaré al SEÑOR y me postraré ante el Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Aceptará el SEÑOR millares de carneros o miríadas de arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mi vientre por el pecado de mi alma? (Miqueas 6:6-7)
La primera de esta serie de cuatro preguntas revela el espíritu de las demás. Si bien ahora no nos preguntamos si será necesario presentar animales al Señor como ofrenda, sí nos hemos preguntado sobre cuál es la manera en que podemos agradar al Señor. Seguro que alguna vez nos hemos preguntado: ¿Será que si sirvo en diez ministerios el Señor se agradará de mí? ¿Podré agradarle si doy todo mi dinero a las obras de beneficencia?
En este caso, pensamos en el servicio externo y no en el servicio interno que el creyente debe hacer al Señor. Miqueas continúa y responde a esta serie de preguntas con lo siguiente:
¡Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti el SEÑOR? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios. (Miqueas 6:8)
Aquí están las tres cosas que el Señor requiere de su pueblo, las cuales sobrepasan totalmente al valor de las demostraciones externas de arrepentimiento y amor que podamos tener ante el Señor.
1- Hacer justicia
Hacer justicia significa caminar conforme a las estipulaciones de la Ley de Dios. Si bien somos salvados por la gracia de Dios solamente, debemos comprender el papel correcto de la obediencia. El legalista cree que ha sido salvado por obedecer, pero el creyente verdadero sabe que ha sido salvado para obedecer.
Los que escuchaban la predicación de Miqueas sabían lo que el Señor requería, porque ya les había sido declarado. Entre otras cosas, ellos sabían que vivir de manera justa consistía en amar y adorar solo a Dios y tratar al prójimo con justicia, sin crueldad y sin pasar por encima de él. En el Nuevo Testamento, Jesús respondió a la pregunta de cuál era el mandamiento más importante de la Ley, y pronunció estas palabras: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.»
En otra parte, el Señor resumió nuestro amor a él en términos de obediencia a su Palabra: «Si me aman, guardarán mis mandamientos» (Juan 14:15). Vivir justamente es caminar conforme a la vida justa que el Señor requiere de nosotros y ha revelado en su Palabra. Esta es la cosa primordial que el Señor nos pide.
2- Amar la misericordia
Dios nos ha mostrado misericordia al rescatarnos. A los israelitas se la mostró al rescatarlos de la esclavitud de Egipto. Esto era una sombra de la verdadera redención que el Señor nos traería por medio de Cristo, lo cual ya es real para nosotros. Ahora somos llamados a imitar este carácter misericordioso de Dios; no debemos ser personas vengativas, sino a imitar el amor compasivo del Señor.
El Comentario Bíblico de la Biblia Popular explica que «esta es la clase de misericordia de Dios; es el amor que él nos muestra, el amor: perdonador, compasivo, no egoísta, dadivoso. El padre del hijo pródigo lo tuvo: le dio la bienvenida con los brazos abiertos a su hijo que regresaba. El buen samaritano la mostró con la víctima desafortunada en el camino.»[1] Así somos llamados a vivir, amando las oportunidades que tenemos de mostrar misericordia a otros, ya sea perdonando sus faltas o sirviéndoles en su necesidad.
3- Caminar humildemente con tu Dios
Esta tercera demanda de Dios a los redimidos tiene que ver con la devoción de estos hacia el Señor que les ha salvado. Muchas veces, especialmente cuando estamos muy ocupados presentando nuestro servicio al Señor, olvidamos este aspecto esencial de la vida cristiana. Cristo nos llama a permanecer en él, ya que solo por medio de esta relación vital es que podemos ser verdaderamente productivos y fructíferos (Juan 15).
Uno de los hombres menos notados del Antiguo Testamento tuvo una característica que le pone sin duda como un ejemplo para nosotros. Ese hombre es Enoc, de quien lo único que se dice es: «Caminó, pues, Enoc con Dios y desapareció, porque Dios lo llevó consigo» (Gn. 5:24). Ojalá esa fuera la frase que alguien pusiera en la lápida de mi tumba, ojalá ser reconocido, no como una persona notable o alguien que se esforzó por ser visto, sino como un creyente que caminó humildemente con Dios por medio de una relación vital de oración y meditación en su Palabra.
Pide al Señor lo que debes darle
Esta es una de las cosas más importantes que entenderás para tu vida cristiana: Aquellas cosas que el Señor te pide, él te las puede dar para que se las devuelvas. Pide al Señor en oración que te ayude a hacer justicia, amar misericordia, y caminar humildemente con él en una relación vital. Solo así podrás cumplir con estas tres cosas maravillosas que cambiarán tu vida por completo.
Notas
- Spaude, C. W. (2000). Abdías, Jonás, Miqueas. (R. C. Ehlke & J. C. Jeske, Eds.) (p. 157). Milwaukee, WI: Editorial Northwestern.
- Las citas bíblicas se tomaron de la Biblia Reina Valera Actualizada 2015.